Entrevista a Miguel Lorente Acosta

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"Hay que insistir en la educación para prevenir y en la concienciación para criticar todas las conductas y factores que facilitan que un hombre pueda llegar a decidir abusar de una posición superior que no le corresponde, y a usar la violencia de género"

Miguel Lorente AcostaMiguel Lorente Acosta es Profesor Titular de Medicina Legal en la Universidad de Granada, Médico forense y experto en violencia de género. Ha ejercido de Delegado del Gobierno para la violencia de género en la etapa del Ministerio de Igualdad. En su labor de divulgación cabe destacar libros como “Mi marido me pega lo normal”, “Los nuevos hombres nuevos” o el último publicado:“Tú haz la comida, que yo cuelgo los cuadros”.

Esta entrevista forma parte del nuevo libro de Rubén Castro, «Desmontando la violencia de género», que puede descargarse gratuitamente haciendo click aquí

Cuando analizamos la biografía de Miguel Lorente hayamos un importante progreso académico en el estudio de la desigualdad y la violencia. Pero todo ello también se acompaña del compromiso vital y personal. ¿Qué le supone ejercer esas nuevas masculinidades?
Es un poco razón y consecuencia. Cuando empecé a investigar la violencia de género y los factores que daban origen a su presencia, estoy hablando del año 1988 al inicio de mi ejercicio profesional como Médico Forense, y tras encontrarme con muchas víctimas que me decían lo de “mi marido me pega lo normal, pero hoy se ha pasado”, me di cuenta que las causas no estaban en las circunstancias específicas de cada una de las parejas, en ese contexto familiar que tanto se destacaba, ni tampoco en problemas de ningún tipo en los agresores

«Me di cuenta que el compromiso se iniciaba, no en el estudio, sino en la actitud desde una nueva masculinidad.»

La violencia de género nacía en la construcción cultural de las identidades de hombres y mujeres, y en la normalidad que llevaba a entenderla como algo adecuado para resolver los conflictos que el hombre decidiera que debían solucionarse de manera contundente.
A partir de identificar y de ser consciente de esos elementos culturales, y aunque nunca había compartido esa forma rígida y superior de entender la masculinidad, me di cuenta que el compromiso se iniciaba, no en el estudio, sino en la actitud, y que esa decisión llevaba a una consecuencia que reforzaba la decisión en términos de responsabilidad, lo cual conducía a ir ampliando y compartiendo ese ejercer y ser desde una nueva masculinidad.
¿Qué acogida tiene hoy en día un hombre que promueve la igualdad en ámbitos como la justicia o la medicina?
Se acoge mejor el trabajo y la investigación, sobre todo si se relaciona con manifestaciones graves, como es la violencia de género en todas sus manifestaciones, no sólo en el ámbito de las relaciones de pareja, que la actitud y el compromiso.
De alguna manera se entiende que la investigación y el conocimiento son “neutrales” y por tanto se valora en positivo avanzar en esa línea, aunque esa valoración tiene algo de trampa. Por un lado, porque no se parte de una crítica al desconocimiento existente y a la ausencia de investigación y trabajo histórico para haber avanzado antes y con más intensidad hacia la igualdad y hacia la erradicación de las causas de esa violencia que se cuestiona. Y por otro, porque al final las investigaciones siempre demuestran la vinculación de las causas de la desigualdad y la VG con los elementos culturales, algo que a muchos les cuesta trabajo aceptar porque, en definitiva, lo que cuestiona es su forma de entender la realidad.
Esa es la razón de que se acepte bien el trabajo y la investigación, aunque con los matices apuntados, pero que, en cambio, se cuestione el posicionamiento personal. Y en lugar de verlo como un acto de coherencia, del mismo modo que se entiende como coherente que un neumólogo deje de fumar, se piensa que se actúa por ideología o por intereses de otro tipo.
Todo ello demuestra la base cultural que en la raíz de la desigualdad y de las manifestaciones que origina (discriminación, abuso, violencia…)
¿Dónde está la trampa para que tras años de lucha por la igualdad no hayamos conseguido acabar con la violencia hacia las mujeres?
Hay muchas trampas, precisamente de todo ello va mi último libro, “Tú haz la comida, que yo cuelgo los cuadros”, cuyo subtítulo es “Trampas y tramposos en la cultura de la desigualdad”. Y lo que viene a demostrar es que la cultura ha creado una “normalidad tramposa” que condiciona toda la realidad, desde la configuración de las identidades de hombres y mujeres, hasta los diferentes tiempos, espacios y roles asignados a unos y otras. De este modo, sea cual sea el ámbito en el que nos movamos, siempre hay elementos que te llevan a ser y a actuar como se dice desde la cultura que hay que ser y que hay que actuar.
Esos factores son los que hacen posible la violencia de género y los que luego le dan un significado para que no se vea tan grave ni como un problema social, sino como algo menor, privado y debido a factores circunstanciales (alcohol, celos, trastorno mental, estrés, provocación…).

«El peso de la cultura de la desigualdad todavía es muy intenso como para erradicar la violencia de género»

No debemos olvidar que, según el último Eurobarómetro sobre el tema (2010), hay un 3% de la población de la UE y de España que considera que la VG es “aceptable en algunas ocasiones”, y que de ese 3% un 1% piensa que “aceptable en cualquier circunstancia”. Como podemos ver, el peso de la cultura de la desigualdad todavía es muy intenso como para erradicar la VG, por ello hay que insistir en la educación para prevenir y en la concienciación para criticar todas las conductas y factores que facilitan que un hombre pueda llegar a decidir abusar de una posición superior que no le corresponde, y a usar la VG.
¿Es la gente joven más sexista y violenta que décadas atrás?
La cultura es la misma y la desigualdad sigue estando presente, cambian las circunstancias y con ellas los factores que potencian o dificultan determinadas expresiones enraizadas en esa cultura desigual. Ahora hay más contraste crítico, pero también se ha producido una reacción posmachista que viene a reivindicar el papel referente de los hombres y a responsabilizar a las mujeres, especialmente a las más jóvenes que son las que más han cambiado, de muchos de los males que afectan a los hombres y a los chicos jóvenes.
Las políticas de igualdad se han presentado como un ataque a los hombres, y eso unido al avance y al cambio de las mujeres, y a los mensajes que atacan a las mujeres, que presentan la VG como una falacia llena de denuncias falsas, junto a la cada vez mayor incorporación de las mujeres a los ámbitos que hasta hace unos años estaban reservados casi en exclusiva a los hombres, ha facilitado que ese machismo existente en la sociedad se exprese de manera más directa y manifiesta en estos últimos años.
Son muchos los factores que influyen, algunos ya los he apuntado, pero junto a los cambios en las referencias de las relaciones entre chicos y chicas, entre hombres y mujeres, hay otras transformaciones en la sociedad que facilitan el sexismo y la violencia.
Pero sin duda, de los factores que más influyen en estas manifestaciones sexistas y violentas, es el hecho de que los cambios sociales relacionados con la igualdad están siendo liderados y protagonizados por las mujeres. Las mujeres cambian y los hombres se resisten, por eso muchos hombres, también los más jóvenes que viven con más intensidad esa transformación, recurren a un incremento del control a través de la violencia

«840.000 niños y niñas están aprendiendo a normalizar la violencia de género cada año»

¿Cómo puede la gente hacerse participe del fin a la violencia de género? concretamente ¿cómo se puede implicar a los niños y niñas de hoy que serán los adultos del mañana?
Hay que mostrarles la realidad de la VG desde sus primeras expresiones, no esperar a los casos más graves. Y hay que hacerles entender que la normalidad es cómplice de ella, porque dirige las conductas y las circunstancias hacia su aparición y, luego, hacia su justificación.
Deben entender que la desigualdad ya existe y con ella la VG, y que, por tanto, si no hacemos algo por cambiar la realidad estaremos haciéndolo para que continúe bajo esas referencias.
Pero además de mostrarles la necesidad de la implicación personal en todas las cuestiones, desde las bromas machistas, la asunción de tareas en casa en igualdad… hasta el actuar cuando se presenten conductas discriminatorias, controladoras o agresivas, también debemos de desarrollar los instrumentos y medios para que la igualdad forme parte de su educación, de lo contrario será difícil cambiar una realidad caracterizada por la desigualdad como una referencia común, que incluso es vista como “ventajosa” para los chicos, y cuando, tal y como refleja la Macroencuesta de 2011 realizada por el Ministerio de Igualdad con el CIS, el 10’1% de la infancia vive en hogares donde los padres maltratan habitualmente a las madres.
Un porcentaje que supone que 840.000 niños y niñas están aprendiendo a normalizar la VG cada año.

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