Lo que hay detrás de un piropo
¿Cuál es el límite entre un supuesto halago y una frase de mal gusto? La polémica sobre la idoneidad de los piropos está ocupando debates en tertulias y medios de comunicación.
La propuesta de la Presidenta del Observatorio contra la Violencia de Género del CGPJ de acabar con los piropos ha causado polémica, siendo objeto de debates e incluso bromas. Quizá el primer problema al que nos enfrentamos, y que nos impide llegar a una posición clara, sea desvincular los piropos del resto de comportamientos asumidos y aceptados desde pequeños.
Pero, ¿Cuál es el límite entre un supuesto halago y una frase de mal gusto?
Por supuesto que será la persona que reciba dicho piropo quien podrá valorar su conveniencia o no. Pero previamente deberíamos preguntarnos ¿Debe verbalizarse si una mujer es guapa o menos guapa, si viste mejor o viste peor?
Curiosamente la mayoría de debates habidos en los medios se refieren siempre al piropo que un hombre dirige hacia una mujer. Y además casi todas y todos lo consideran “normal”. Se cree apropiado
que los hombres juzguen a las mujeres por su apariencia, y les expresen esa impresión con menor o mayor respeto. Aunque no las conozcan.
Hablamos en cierta manera de una intromisión a la intimidad, que aunque pueda verse como “un detalle” supone juzgar a las mujeres por su físico. Es ser tratadas incluso como objetos, a la vista de algunos piropos que parecen dirigirse a un objeto sexual más que a una persona.
El dilema, bajo mi punto de vista, no es que se considere si una persona nos atrae más o menos, o nos parece que viste mejor o peor. Las opiniones son libres y variadas. La problemática es que esa impresión sea lanzada en público cuando nadie lo ha pedido. Por ello, les propongo un ejercicio, invertir el emisor-receptor.
Por ejemplo, imaginemos que en lugar de ser un hombre quien dirige un piropo a una mujer-en principio desconocida- sea una mujer quien lance dicho piropo hacia un hombre. ¿Nos parece eso adecuado y corriente? ¿O quizá juzgaríamos que es inoportuno?
Recordemos los estereotipos de género, que incluso ante una misma situación se le da un valor diferente según el género. Por ejemplo, cuando un hombre se relaciona con muchas mujeres se considera un triunfador. Pero si quien tiene esas relaciones es la mujer se dice que es demasiado atrevida, impropio de una mujer. O una mujer que sea inquieta e investigadora puede ser tratada de cotilla, pero un hombre sería simplemente curioso.
En cualquier caso, ¡ojo! Tampoco podemos tomar la inversión de roles como una norma, pues lo que no es de recibo dirigido a hacia unas personas no puede serlo dirigido hacia otras.
O lo que es lo mismo, si consideramos incorrecto que se juzgue a las mujeres por su físico, no podemos pretender que la solución sea que los hombres también sean juzgados de esta manera. Los estereotipos no son buenos ni para las mujeres ni para los hombres.
En definitiva, los piropos no son una construcción ajena a la estructura social, aún desigual, así que acabar con esa desigualdad pasará por poner en tela de juicio no solo los piropos, también los chistes machistas, los cuentos estereotipados, etc.
Si nos centramos en el debate podremos llegar muy lejos, dejando atrás estereotipos e intromisiones.
Rubén Castro Torres
Experto en violencia de Género por la UNED
Artículo publicado en la revista SABmés.
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