¿Normalizamos la explotación sexual?  

Reducir tamaño de la letra Aumentar tamaño de la letra Tamaño de texto Imprimir esta página

Artículo de Rubén Castro para la revista SABmés

Imagen de la campaña contra la explotación sexual realizada por el Ministerio de Igualdad, con ilustraciones de Diana Raznovich

Imagen de la campaña contra la explotación sexual realizada por el Ministerio de Igualdad, con ilustraciones de Diana Raznovich

“España es cómplice del abuso y la explotación cuando mantiene la prostitución en un estatus alegal, en lugar de abolirla”


Poner fin a la explotación sexual de mujeres y niñas es posible persiguiendo a mafias, organizaciones criminales y proxenetas. Es posible con planes de apoyo a las víctimas y con recursos policiales y sociales, entre otros.
Pero aunque esta vía parezca la más rápida y segura es claramente insuficiente.

No conseguiremos acabar con la explotación mientras en nuestro ideario colectivo permanezca la idea de que los hombres podemos mantener relaciones sexuales –aunque sea mediante dinero- con quien queramos y cuando se nos antoje, sin tener en cuenta la situación de la otra persona.

No avanzaremos mientras no pensemos en que la otra persona –que en más del 90% de los casos son mujeres- no es libre, ni tiene derechos ni oportunidades.

No cuando hasta que no entendamos que la explotación sexual de las mujeres no es algo que “ellas busquen” cuando hablamos víctimas de la trata, del chantaje y del mercadeo cuál objetos.

No mientras haya hombres que se consideren en el derecho de utilizar su poder para someter a mujeres para lo que quieran, como si eso fuera algo normal.

Lo habitual, en este caso la desigualdad y la opresión, por antiquísimas que sean jamás podrán considerase normales.
Y es más: un contrato entre dos personas en el que existe desigualdad de poder, es decir, que una de las dos partes está sometida, bajo temor e incluso con amenazas, no es lícito ni justo.

Llegados a este punto: ¿queremos normalizar por ley estas relaciones, permitiendo que las mujeres puedan seguir siendo vejadas?

¿Queremos seguir enseñando a nuestros hijos -especialmente a los hombres- que el sistema de relaciones jerárquico y sexista es lícito?

Si dejamos de lado los Derechos Humanos y la dignidad de las mujeres, si dejamos de lado otras masculinidades en igualdad, cualquier regulación es posible. Pero el resultado de legalizar la prostitución, como ya se ha comprobado en algunos países, es más desigualdad, más tráfico de mujeres y más explotación.

Y evidentemente, una política supuestamente alegal o “neutra” como la que existe en Cataluña y España, es igualmente cómplice del abuso y la explotación.

otro

Las imágenes de la campaña contra la explotación sexual fueron editadas como posavasos y distribuídas por espacios gastronómicos, bares, etc.

Por el contrario, la estrategia de países como Suecia que apostaron por la abolición, no solo ha reducido (y mucho) el acceso a la prostitución, sino que también ha cambiado la percepción social de ésta: cada vez más hombres y mujeres están en contra de este fenómeno.

Abolir la prostitución no significa penalizar a las prostitutas, sino apoyarlas. Significa penalizar a los prostituidores (las mafias, pero también los clientes), ofrecer recursos a sus víctimas, pero también capacitación a toda la ciudadanía sobre lo que unas relaciones sociales libres deben ser: educar en valores, educación afectivo-sexual obligatoria en escuelas, acabar con la publicidad y contenidos sexistas en los medios de comunicación, etc.

Partamos de esta necesidad para actuar de una vez, pero siempre con la mirada puesta en un futuro de relaciones libres, justas y con igualdad.

Artículo publicado en la revista SABmés. Puedes leerla completa haciendo click aquí

  , ,

Debes estar registrad@ para comentar Acceso